De los numerosos signos de la intoxicación por monóxido de carbono se destaca uno que es sumamente característico y que por ser bastante visible, ha sido registrado en muchas obras de arte. El monóxido de carbono tiene una altísima afinidad por la hemoglobina de los glóbulos rojos, y una vez que se liga a ella, produce entre otras cosas, el cambio de coloración de la sangre, tornándola de una tonalidad rutilante, entre el rosado cereza y el carmín. Esta alteración hace que los tejidos del organismo también se tiñan de ese color, por lo que el individuo intoxicado en forma aguda cobrará un color rosado que será más intenso cuanto más severo sea su compromiso.
A continuación se expondrán algunos ejemplos de diversos artistas que nos regalaron sin saberlo, casos de individuos que por estar expuestos a un ambiente con presencia de monóxido de carbono, manifestaron las características sospechosas de la intoxicación.
Entre 1612 y 1613, Peter Paul Rubens pintó la obra “Dos niños durmiendo”, usando probablemente como modelos a los pequeños Clara y Philip, hijos del hermano mayor del pintor, que había fallecido en 1611. El hecho de que los menores se hallen tapados con un abrigo indica un clima frío, lo que justificaría la presencia de alguna calefacción que podría estar emanando monóxido de carbono, responsable de la llamativa rubicundez de las mejillas. El examen radiográfico de la obra reveló que originalmente el niño de la izquierda se encontraba despierto y mirando al frente según se informa en “Obras maestras del Museo Nacional de Arte Occidental”. Tokio 2009 Nro. 26.
El “Niño durmiendo” del pintor barroco italiano Bernardo Strozzi (1581-1614) guarda un parecido notable con los niños del cuadro de Rubens, lo que no debe llamar la atención ya que Strozzi estaba muy influenciado por el maestro flamenco. El niño, profundamente dormido, presenta también las mejillas excesivamente sonrojadas.
Dos artistas flamencos, Cornelis Bisschop (1630-1674) y Johannes Verspronck (1606-1662), abordaron el mismo tema, el de un niño sentado en una sillita alta para comer, con calefacción incluida, que, si bien aparenta ser sumamente práctica, podemos imaginar que fue la causa del sueño del niño más que la opípara comida. En la imagen de Verspronck, se trata de una niña que revela el efecto depresor en la misma magnitud que en el niño de Bisschop.
El retrato de pequeños niños posiblemente afectados por la exposición a las emanaciones del monóxido de carbono inspiró al pintor prerrafaelista Ford Madox Brown (1821-1893), belga radicado en Londres, dedicado especialmente a temas bíblicos e históricos. Precisamente, durante el curso de la guerra de Crimea, conflicto desatado entre el imperio ruso y la coalición formada por Inglaterra, Turquía y Francia, Madox Brown pintó el cuadro “La espera. Una chimenea inglesa de 1854-1855″, en el cual presenta la imagen de una mujer joven de clase media, esposa de un oficial que está luchando en Crimea, al que se lo puede ver de uniforme en el pequeño retrato ubicado sobre la mesa. Mientras cose, sostiene en la falda a la pequeña hija en una situación bastante inusual e inestable. Ambos personajes se encuentran frente a la cercana boca de la chimenea, razón por la cual presentan el rubor en la tez característico de la acción del calor y de la emanación de monóxido de carbono.