La relación entre el hábito de fumar y el desarrollo de un cáncer localizado en la boca se difundió a raíz del que lo sufriera Sigmund Freud. El padre del psicoanálisis, fumador empedernido de cigarros, padeció un cáncer originalmente ubicado en el paladar. En el caso de fumadores de tabaco en pipa, la lesión maligna suele propagarse a partir del labio donde apoya habitualmente la pipa. El tabaquismo está relacionado con el 75 % de los casos de cáncer bucal, y en los EEUU, estos representan el 8 % de las localizaciones tumorales malignas.
La costumbre de fumar en pipa se había introducido con éxito en Europa a partir del siglo XVI. Las hojas de tabaco se mascaban, se aspiraban (rapé) e incluso se aplicaban en enemas. Pero sobre todo se fumaban, y lo más habitual era fumarlas en pipa. El tabaco (Nicotiana tabacum) había sido introducido en España en 1559 y un año más tarde llegó a Francia de la mano del diplomático Jean Nicot, a la sazón embajador de Francia en Lisboa, que envió unas muestras a la reina madre Catalina de Médicis por su supuesta acción medicinal (a Nicot se debe el nombre el nombre genérico de la planta Nicotiana y el de nicotina para designar a su principal alcaloide).
Se suscitó entonces un gran interés por esta planta. Entre 1571 y 1578 el botánico español Francisco Hernández de Boncalo realizó una
expedición a Nueva España para estudiar las nuevas plantas y le dedicó interesantes descripciones. En 1585 fue llevado a Inglaterra por sir Francis Drake, y el navegante Walter Raleigh introdujo en la corte isabelina la costumbre de fumar en pipa, donde pronto se consideró como un signo de elegancia y distinción. Tras la muerte de la reina Isabel (1603) le sucedió en el trono Jaime I, que odiaba la costumbre de fumar. Además el nuevo rey emprendió una política de persecuciones religiosas, por lo que muchos ingleses se refugiaron en Holanda y Francia, llevando consigo sus pipas y las técnicas para su fabricación.
Un grabado flamenco del siglo XVII muestra un personaje con rasgos algo caricaturizados, probablemente con intención jocosa a la vez que moralista, contando monedas con cara de satisfacción. Lo que llama más la atención del protagonista es la pipa que lleva colgada en el sombrero. Es sin duda, un fumador empedernido, que lleva su pipa siempre preparada y que ha hallado este cómodo y singular lugar para su transporte.
En el caso del fumador del grabado de Jean Baptiste de Wael (1558-1633), se ve una lesión en la comisura de la boca por el hábito inveterado de fumar. Su interpretación clínica es difícil, debido a la escasez de detalles que podemos distinguir. Podría tratarse de una simple boquera, ya que está situada justamente en la comisura bucal. La costumbre de llevar la pipa en esta zona puede provocar acúmulos de saliva y la consiguiente proliferación de hongos del género Candida. Sin embargo, la lesión parece algo más engrosada, con un cierto aspecto indurado y bordes algo anfractuosos. El roce repetido puede inducir la aparición de una liquenificación. O incluso, teniendo en cuenta el poder irritativo y cancerígeno de la nicotina, la presencia de un carcinoma espinoso, tan frecuente en personas con el hábito inveterado de fumar.