Como si extraer el néctar de las flores, fabricar la colmena, elaborar la miel y cuidar a la reina no fueran suficiente trabajo, las humildes abejas hembras son quienes defienden la comunidad de sus depredadores mediante la secreción del veneno Apitoxina contenido en el aguijón.
En publicaciones anteriores ya nos hemos referido a varios artistas que incluyeron ponzoñosas abejas a sus obras. Veamos algunos ejemplos más.
Cranach pintó algunas abejas desperdigadas en sus cuadros, pero Alberto Durero (1472-1528) por el contrario, dibujó un Cupido travieso huyendo despavorido al ser corrido por un enjambre de ellas que salen de la colmena caída en el suelo.
En tiempos más cercanos, el norteamericano Benjamin West (1738-1820) retomó el mismo tema en el cuadro “Venus consolando a Cupido picado por una abeja”. No se ven las abejas, sólo la expresión de dolor del niño y la contenida sonrisa de Venus consolándolo y aprovechando para ironizar sobre el dolor que él mismo habrá de provocar con sus flechazos amorosos. Obsérvese en la obra de West como la madre refresca con su mano la ardiente mano hinchada de Cupido, ya que según Teócrito, las abejas lo habrían picado en los dedos.
En 2012, el célebre Rijkmuseum de Amsterdam recibió una donación anónima y sorprendente: una magnífica escultura en madera del artista holandés Hendrick van Keyser (1565-1621) que representa la cabeza de un bebé que llora a gritos, tallada con enorme realismo. No llora en vano o por capricho; se trata nada menos que de Cupido que ha sido picado por la abeja, la que aún puede verse posada a nivel de la sien derecha. Esto quiere decir que acaba de picar, de ahí la expresión de dolor desgarrador del niño, muy pequeño, pues recién le asoman los dientes.
Otro maestro de la pintura pero poco observador de las patas de los insectos fue Sandro Botticelli cuando pinta en 1483 a “Venus y Marte”. En este caso, el sueño de Marte no es interrumpido ni siquiera por la presencia cercana a su cabeza, en este caso, de las avispas. Algunos especialistas creen que la presencia en esta tabla de avispas respondería a que la obra habría sido un regalo de bodas para la familia Vespucci, quienes habían adoptado en su escudo de armas a la avispa o vespe, como se pronuncia en italiano y de donde provendría este apellido.

“Cupido llorando”. Talla en madera de Hendrik van Keyser. Rijkmuseum, Jack Amsterdam

“Cupido como un ladrón de miel”. Acuarela de Alberto Durero, 1514. Kunsthistorisches Museum, Viena.

“Venus consolando a Cupido picado por una abeja”. Benjamin West, 1802. Museo Hermitage, San Petersburgo.

«Venus y Marte». Sandro Botticelli, 1483. National Gallery de Londres. En el detalle se puede observar el vuelo de varias avispas de ocho patas.

«Venus y Marte». Sandro Botticelli, 1483. National Gallery de Londres. En el detalle se puede observar el vuelo de varias avispas de ocho patas.



Fecha de publicación: 19 diciembre, 2022

Autor: Prof. Dr. Eduardo Scarlato, Prof. Dr. Antonio Werner..