Una nueva técnica automatizada ha reducido el tiempo necesario para determinar la bio-accesibilidad de las diferentes formas de mercurio tóxico en el Medio Ambiente, un metal que resulta altamente tóxico para muchos organismos y se acumula en la cadena alimentaria. El mercurio es bioacumulable lo que significa que cuanto más alto se ubique una especie en la cadena alimentaria, mayores serán las dosis que se absorban. Para minimizar el riesgo para los seres humanos y otros seres vivos es necesario medir con precisión y eficiencia las concentraciones de mercurio en el Medio Ambiente.
Un contaminante multifacético
Los investigadores de la Universidad de Melbourne en Australia y de la Universidad de las Islas Baleares en España han desarrollado una nueva técnica automatizada, para aislar y estudiar las diferentes formas de mercurio. La mayoría de las personas están familiarizadas con el mercurio en su forma pura de metal líquido, pero el profesor Spas Kolev de la Escuela de Química de la Universidad de Melbourne, dice que este estado constituye sólo una pequeña fracción del mercurio que se encuentra en el Medio Ambiente.
Según explica Kolev, el mercurio contaminante toma diversas formas como el sulfuro de mercurio, el metilmercurio, el dimetilmercurio, el etilmercurio y el fenilmercurio; algunas son mucho más tóxicas que otras y otras tienen mayor movilidad a través del Medio Ambiente y pueden afectar a los seres humanos más fácilmente. El metilmercurio, por ejemplo, se disuelve fácilmente en el agua y puede penetrar en las plantas, los peces y otros animales, mientras que el sulfuro de mercurio tiende a permanecer bloqueado en los sedimentos y el suelo y es mucho menos probable que entre en la cadena alimentaria.
El profesor Kolev y sus colegas del Centro para la Identificación y Gestión de la Contaminación Acuática (CAPIM) están interesados en el riesgo para los seres humanos y otros organismos, del mercurio en los desechos de aguas residuales, que se tratan y luego se utilizan como fertilizantes en los sistemas agrícolas. “Existen métodos establecidos para medir la movilidad del mercurio en sólidos ambientales, tales como residuos de aguas tratadas», dice el profesor Kolev; “añadimos una serie de sustancias químicas a una muestra sólida, una a la vez, y cada uno extrae un tipo diferente de mercurio que luego se puede medir con un analizador adecuado”.
El profesor Kolev dice que estos métodos establecidos para medir la biodisolución del mercurio en muestras sólidas son lentos, laboriosos y sujetos a errores humanos. Como resultado, los científicos y las agencias de monitoreo ambiental no son capaces de medir tantas muestras como necesitan. Pero el profesor Kolev y su colega el doctor Yanlin Zhang y el profesor Manuel Miró de la Universidad de las Islas Baleares han colaborado para desarrollar un nuevo método e instrumentación asociados, que reducen drásticamente el tiempo necesario para medir la bioaccesibilidad de las diferentes formas de mercurio en sólidos.
¿Cuál es la solución?
“Utilizamos un método que nos ha permitido reducir el tiempo de análisis de cinco días a sólo 14 horas. Se emplea un sistema de análisis de flujo, para agregar automáticamente cuatro soluciones diferentes con una mayor capacidad de lixiviación, a la muestra de alcantarillado, una a la vez”, dice el profesor Kolev. «Cada solución libera una forma diferente de mercurio, que luego fluye a través de un espectrómetro de fluorescencia, que mide su concentración. La primera solución contiene el mercurio más accesible desde el punto de vista biológico y por lo tanto más tóxico. Las formas que restan en la solución tienen biodisponibilidad muy baja”.
Fuente: Econoticias