«Nuestras conclusiones sugieren que, de las 2,3 millones de muertes cada año en Estados Unidos, unas 400.000 pueden ser atribuidas a la exposición al plomo, una estimación diez veces superior a la actual«, apuntan los autores.
El estudio fue realizado siguiendo a más de 14.000 personas durante casi veinte años de media, entre 1990 y 2011. La cifra, «sorprendentemente alta», es «comparable al número de muertes que en la actualidad se deben a la exposición al humo del tabaco», añaden.
Los investigadores calcularon que para las personas con una fuerte concentración de plomo en sangre (al menos 6,7 mg por decilitro), el riesgo de morir precozmente aumentaba un 37%, mientras que el de padecer una enfermedad coronaria se duplicaba.
«Unos niveles bajos de exposición al plomo son un factor de riesgo importante, pero muy ignorado, de muerte por enfermedad cardiovascular«, subraya uno de los autores, Bruce Lanphear, de la universidad canadiense SimonFraser.
El estudio cuestiona «la idea de que existan ‘niveles seguros’ de tóxicos específicos, como el plomo», afirma Lanphear, citado en un comunicado de la revista.
El plomo es un metal abundante en la naturaleza y con múltiples usos en la industria. Se sabe que es tóxico desde hace mucho tiempo. Provoca el saturnismo y favorece otras enfermedades.
La exposición suele deberse a los carburantes, pinturas, tuberías o a la alimentación, así como a los residuos industriales (plantas de fundición o de reciclaje). En las últimas décadas, se han puesto límites a las emisiones contaminantes, tanto en Estados Unidos como en otros países.
Según un epidemiólogo citado por TheLancetPublicHealth, Philip Landrigan, el estudio «sugiere que ha llegado el momento de dejar de descuidar el papel de la contaminación en la mortalidad por enfermedad no contagiosa«.
«Este estudio muestra una fuerte asociación entre el nivel de plomo en sangre y el futuro riesgo de un ataque al corazón y de muerte«, comenta un profesor de cardiología de la universidad de Sheffield (Reino Unido), citado por Science Media Centrer. Incluso aunque «[el estudio] no pueda probar que el plomo es la causa directa de la enfermedad«.