El Dios de Israel envió a los egipcios calamidades cada vez que su faraón se negaba a liberar a los judíos de la esclavitud. Después de nueve terribles plagas, llega la peor, la que nunca se imaginó el Faraón: la muerte de su primogénito, su tesoro, su futuro sucesor.
Lawrence Alma-Tadema pintó al faraón de Egipto con el cuerpo de su hijo mayor, ya cadáver, sobre su regazo. La madre se aferra a su hijo con desesperación. Los sirvientes se están lamentando y los bailarines están realizando la danza de la muerte. La iluminación tenebrosa de las velas acentúa el dramatismo de la escena. El Faraón ocupa la figura central, como corresponde a su rango.
Aunque su porte es mayestático y se encuentra con todos los atributos de su poder, la presencia del cadáver de su hijo nos muestra, en realidad, toda su fragilidad. Un cadáver cianótico, especialmente en labios y uñas, que porta una cadena de oro con el escarabajo sagrado como amuleto protector (muy poco efectivo a juzgar por los resultados).
Al fondo, a la izquierda, en medio de la penumbra, están los líderes israelitas Moisés y Aarón, cuya siniestra presencia viene a recordarle al faraón que se han cumplido sus vaticinios. Saben que de la boca del faraón están a punto de brotar las palabras: “¡Hebreos, podéis abandonar Egipto¡” Pero, a la derecha del faraón, llama la atención la figura de un abatido médico. Se encuentra sentado sobre el suelo, con los ungüentos que constituyen su arsenal terapéutico a sus pies (tan poco efectivos, todo hay que decirlo, como el escarabajo), que muestra su impotencia y desolación ante lo que no comprende.
¿Cómo pudo suceder que de repente, y sin explicación, muriesen los hijos mayores de todas las familias?. Mucho se ha especulado sobre cual podría haber sido la causa. El pintor, profundo conocedor de la cultura egipcia, representa el cadáver del niño muy cianótico, especialmente en labios y uñas.
Esta representación no es casual, y encajaría con la hipótesis de la intoxicación por el dióxido de carbono (CO2) generado por una potentísima erupción de un volcán en la isla griega de Santorini, en el mar Egeo, en el año 1628 antes de Cristo. Aunque Egipto se encuentra a 800 km del epicentro de la erupción, pudo verse afectado por los gases emanados (especialmente el dióxido de carbono y el dióxido de azufre). La explicación por la que dichos gases sólo mataban a los primogénitos se debería a que aquellos tenían el privilegio de dormir en la parte más baja de la casa, con lo que serían los más afectados por el CO2, ya que el gas es más pesado que el aire y tiende a acumularse en las partes bajas. La sintomatología sucedería de forma muy rápida: dolor de cabeza, zumbido de oídos, disnea, cianosis, mareo, pérdida de conciencia y, finalmente, la muerte. La razón fisiológica: la hemoglobina se une al dióxido de carbono e impide que se oxigene la sangre.
Otra forma de hemoglobina que también impide el transporte de oxígeno, y que tiene un comportamiento clínico muy similar, es la metahemoglobina. Las anilinas son agentes metahemoglobinizantes, es decir, convierten la hemoglobina en metahemoglobina.
Sir Lawrence Alma-Tadema (1836-1912) fue un pintor neoclasicista de la época victoriana, conocido por sus suntuosos cuadros inspirados en el mundo antiguo. Nacido el 8 de enero de 1836 como Laurens Alma Tadema en el pequeño pueblo de Dronrijp, Holanda, más tarde se trasladó a Inglaterra, en donde cambió su nombre a Lawrence e incorporó su segundo nombre, Alma, al apellido, con la intención de aparecer al principio de los catálogos en las exposiciones. Sus cuadros se inspiran en escenas con temas egipcios, romanos y griegos. Sus obras más conocidas muestran baños romanos o termas con lánguidas muchachas cubiertas con elaboradas capas sobre superficies de mármol blanco (que reproducía con fidelidad fotográfica) e interiores de palacios antiguos con esculturas y detalles que desvelan la afición del artista por la arqueología y la arquitectura. Tuvo un gran éxito social y sería nombrado caballero por la Reina Victoria en 1899. Murió en Wiesbaden, Alemania, el 25 de junio de 1912 a causa de un cáncer de estómago.
El gran conocimiento del antiguo Egipto que Alma-Tadema plasmaba en sus cuadros, sería una fuente de inspiración para los directores de Hollywood, sobre todo, Cecil B. DeMille, que plasmaría su estética en la película Los Diez Mandamientos, 1956, con Charlon Heston como protagonista, y para Joseph L. Mankiewicz (Cleopatra, 1963, Elizabeth Taylor).
Conocé la reflexión de uno de nuestros socios, que muy gentilmente nos compartió su conocimiento sobre arte y toxicología: https://www.toxicologia.org.ar/wp-content/uploads/2017/09/Ateneo-pictórico-clínico.pdf