En un planeta superpoblado, las grandes ciudades se han convertido en refugios para la gran parte de la población. La densidad que han alcanzado las grandes urbes y los avances tecnológicos de las mismas han significado para las calles, las casas y sus habitantes un peligroso problema: la contaminación.
Según denunciaba la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 1,7 millones de niños menores de cinco años mueren al año por enfermedades provocadas por la contaminación del aire, las deficiencias en el suministro de agua, la exposición a productos químicos y la falta de sanidad e higiene.
Una reciente investigación liderada por científicos del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal) y publicada en la revista Environment International (adjuntamos el artículo en su texto completo) ha demostrado que la contaminación atmosférica puede inducir cambios estructurales subclínicos en el cerebro de los niños.
La principal causa de estos problemas son los hidrocarburos policíclicos aromáticos (HPA), cuya exposición crónica está asociada con cambios en el núcleo caudado del cerebro. Estos defectos se generan pese a exponerse a niveles inferiores a los límites establecidos por la UE.
Aprendizaje y memoria, afectadas por los HPA
El núcleo caudado es uno de los componentes de los ganglios basales situados en cada hemisferio cerebral. En un principio se creía que esta zona se encargaba de controlar el movimiento voluntario. Hoy en día, sin embargo, se sabe que el núcleo caudado está altamente involucrado en el aprendizaje y la memoria.
Los causantes de los cambios en estas zonas del cerebro, los HPA, son un grupo de contaminantes del aire que proceden de la combustión incompleta de materia orgánica. Es decir, desde el uso de combustibles fósiles o biomasa hasta el humo del tabaco o la cocina a la brasa. El estudio se llevó a cabo en Barcelona, y en esta ciudad, el principal origen de los HPA es el tráfico rodado.
Estos compuestos habían sido relacionados ya en anteriores estudios con la proliferación de Trastornos por Déficit de la Atención e Hiperactividad (TDAH) en niños y niñas expuestos durante la fase prenatal.
El estudio midió los niveles de contaminación de 39 escuelas de Barcelona y tomó imágenes por resonancia magnética de 242 niños y niñas de entre 8 y 12 años, que también realizaron tests para la evaluación de posibles síntomas de TDAH. Investigaciones anteriores habían observado de manera consistente que en niños y niñas con TDAH esta estructura cerebral presentaba un volumen reducido.
”Los resultados indican que la exposición a los HPA, y en particular al benzopireno, está asociada con una reducción del volumen del núcleo caudado,”, explica Marion Mortamais investigadora de ISGlobal y autora principal del estudio.
Un motivo más para la acción
Sin embargo, Mortamais recuerda que “las consecuencias que este cambio inducido en el cerebro podría tener sobre el comportamiento de los niños y niñas no fueron identificadas en el estudio”. Pero dada “la implicación del núcleo caudado en muchos procesos cognitivos y de comportamiento cruciales, la reducción de su volumen resulta preocupante para el neurodesarrollo infantil”, concluye.
Según Jordi Sunyer, jefe del programa de Salud Infantil de ISGlobal y catedrático de la Universidad Pompeu Fabra (UPF), “estos resultados se suman a la abundante evidencia científica que subraya la necesidad urgente de reducir la contaminación atmosférica, en particular la procedente del tráfico, y sugieren la conveniencia de reevaluar los máximos anuales que establece la normativa europea”.
Fuente: La Vanguardia
Estudio completo: Efectos de la exposición a la contaminación atmosférica en el cerebro de los niños en edad primaria