El desarrollo de la ingeniería de nanomateriales está creciendo exponencialmente, pese a que las preocupaciones sobre sus potenciales efectos, similares a los que provocan las nanopartículas ambientales, asociadas a significativa morbilidad y mortalidad cardiorrespiratoria.
Los mecanismos a través de los cuales la inhalación de nanopartículas pueden desencadenar eventos cardiovasculares agudos están emergiendo, pero una pregunta fundamental sigue sin respuesta: ¿las nanopartículas inhaladas se trasladan desde el pulmón en el hombre y contribuyen directamente a la patogénesis de la enfermedad cardiovascular?
En el estudio “Inhaled Nanoparticles Accumulate at Sites of Vascular Disease” (ver trabajo completo), se utilizaron nanopartículas de oro para evaluar la translocación de partículas, detectándose mediante espectrometría de masas inductiva de alta resolución y microscopía Raman.
Los voluntarios sanos fueron expuestos a nanopartículas por inhalación aguda, seguido por muestreo repetido de sangre y orina. El oro se detectó en la sangre y la orina dentro de los 15 minutos a 24 horas después de la exposición, y todavía estaba presente 3 meses después de la exposición.
Los niveles fueron mayores después de la inhalación de partículas de 5 nm (diámetro primario) en comparación con las partículas de 30 nm.
Los estudios en ratones demostraron la acumulación en la sangre y el hígado después de la exposición pulmonar a un rango más amplio de nanopartículas de oro (diámetro primario de 2 200 nm), con una translocación marcadamente mayor para partículas de menos de 10 nm de diámetro. Las nanopartículas de oro se acumularon preferentemente en las lesiones vasculares ricas en inflamación de los ratones deficientes en apolipoproteína E.
Además, tras la inhalación, se pudieron detectar partículas de oro en muestras quirúrgicas de enfermedad de la arteria carótida de pacientes con riesgo de ictus.
La translocación de las nanopartículas inhaladas en la circulación sistémica y la acumulación en los sitios de inflamación vascular proporciona un mecanismo directo que puede explicar el vínculo entre las nanopartículas ambientales y las enfermedades cardiovasculares y tiene importantes implicaciones para el manejo del riesgo en el uso de nanomateriales artificiales.