El gas sarín, la sustancia que fue utilizada en el ataque del martes pasado en Siria y que dejó 70 muertos y más de 200 heridos, es una sustancia neurotóxica, inodora e invisible, que fue descubierta en Alemania en 1938, casi de casualidad, por un equipo de químicos que trabajaba con pesticidas.
Este gas organofosforado puede ser utilizado en aerosol, para envenenar el agua y los alimentos y su simple contacto con la piel bloquea la transmisión del influjo nervioso y conduce a la muerte por paro cardiorespiratorio.
La dosis letal para un adulto es de medio miligramo.
Los primeros síntomas que presentan las víctimas son fuertes dolores de cabeza y pupilas dilatadas. Luego, comienzan las convulsiones, seguidos de paros respiratorios que los llevan a la muerte.
Las imágenes de los habitantes de JanSheijun, una pequeña ciudad de la provincia rebelde de Idlib (al noroeste de Siria), impactaron al mundo entero: en el video se ven personas, muchas de ellos niños, tendidos en el piso, haciendo terribles esfuerzos por respirar, con la mirada perdida y expulsando espuma por la boca.
La fabricación de gas sarín es un proceso muy complejo que requiere conocimientos avanzados en química. Según señaló el Centro de Control y Prevención de Enfermedades de la ciudad de Atlanta, existe antídoto.
Esta no es la primera vez que el gas sarín es utilizado como arma química. Durante la década del 80, fue usado en el conflicto Irán-Irak y en los 90 por la secta Verdad Suprema, en un atentado realizado en el subte de Tokio.
El régimen sirio ya usó varias veces el gas sarín desde que comenzó la guerra civil en marzo de 2011. El 21 de agosto de 2013, un ataque con este componente mató a 1.429 personas, entre ellas 426 niños, según los servicios de inteligencia estadounidenses.