La Justicia condenó a dos cerealeras por contaminación ambiental en un barrio ubicado cerca de la costa del río Paraná y habilitó el reclamo de un resarcimiento por parte de los vecinos afectados. La contaminación fue por metales pesados y contaminantes orgánicos como benceno utilizados en la aceitera.
A más de diez años de la demanda presentada por un grupo de 150 familias rosarinas, la Justicia hizo lugar al planteo. Según el abogado Nicolás Mayoraz, la resolución del Tribunal de Responsabilidad Extacontractual número 6 es “la primera condena a través de una acción de clase” en la provincia de Santa Fe, una forma de proceso que se habilitó en 2010 para abordar el reclamo de los vecinos del ex barrio Refinería.
El fallo del juez Horacio Allende Rubino condena a las empresas Agroexport y Servicios Portuarios. Ambas firmas solían operar cerca de lo que hoy se conoce como Puerto Norte, un sector de la costa ribereña donde luego se construyeron complejos residenciales y comerciales que incluyen torres de alta gama. Los demandantes se mostraron en desacuerdo con la decisión de eximir de la responsabilidad a la Municipalidad de Rosario.
Lo que provoca la industria
Un trabajo de investigación sobre contaminación ambiental realizado por la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Rosario arrojó un resultado alarmante: se detectaron 237 casos con irregularidades de las empresas que integran los polos petroquímico y agroexportador en el Gran Rosario. «Lo que revela esta investigación es que las aceiteras que están asentadas en la vera del río Paraná trabajan con benceno que se aplica para aumentar la producción de aceite, tanto de girasol como de soja, y luego se recupera y parte de eso es volcado al río», indicó a Página/12 el responsable del trabajo Jorge Kohen.
El trabajo «Contaminación con metales pesados y contaminantes orgánicos persistentes en el cordón industrial del Gran Rosario. Salud, trabajo y ambiente con enfoque de ecosalud», publicado en el sitio Medicina y Trabajo, concluyó que el polo petroquímico y el agroexportador del área norte del Gran Rosario son los que contaminan el ambiente.
«Hay muchos estudios previos, denuncias sobre el efecto de los plaguicidas y químicos sobre la población, casos de leucemia infantil, casos puntuales de cáncer como producto de la exposición a estas sustancias químicas, pero no hay una visión de conjunto de la problemática. Por eso la idea de la construcción de una cartografía social tiende a poner sobre el tapete esto que denominamos ‘invisible’ porque no estaba ubicado en un espacio y tiempo», remarca Kohen.
«Napas con nafta», «Efluentes a la cuneta», «El humo de Termosan que invade Timbues», son algunos de los marcadores y denuncias que aparecen sobre el mapa.
Según Kohen, la contaminación en esa zona tiene múltiples orígenes: «Por un lado tenemos lo que la industria provoca en el medio ambiente, sobre el aire y sobre las aguas del Paraná y sus afluentes que atraviesan esa área. Hablamos de la industria química, empresas que vuelcan efluentes a estos cursos de agua. Algunos de manera legal, pero hay también conexiones clandestinas del volcado de esos efluentes».
«Lo que es poco conocido y revela esta primera parte de la investigación es que las aceiteras que están asentadas en la vera del río, trabajan con benceno (una sustancia tóxica) que se aplica para aumentar el rinde en la producción de aceite, tanto de girasol como de soja, y luego se recupera y parte de eso es volcado al río», agregó.
Otra parte de los procesos de contaminación están relacionados con el volcado de residuos patológicos y los que produce la población. «La tercera gran contaminación es la que produce el flujo de camiones que entran y salen en esa zona, camiones que llegan a las cerealeras para la exportación de granos. Ahí hay una dispersión muy grande de plaguicidas en el medio ambiente, no solo el famoso glifosato, sino todo el conjunto de organofosforados que se utilizan en la agroindustria. Y a esto se suma el caso de la fosfina que se usa para evitar el gorgojo en esos granos antes de que sean depositados en los silos. Uno de los casos más conocidos es el de la muerte de dos camioneros como consecuencia de la intoxicación fosfina», señala Kohen.