A los argentinos cada vez les cuesta más conciliar el sueño. Malos hábitos nocturnos –alimentación fuera de hora y pesada, consumo de alcohol en cantidades-, estrés laboral y trastornos de ansiedad motorizaron el incremento exponencial de la dispensa de medicamentos para conciliar el sueño, principalmente benzodiacepinas e hipnóticos. Según el Sindicato Argentino de Farmacéuticos y Bioquímicos (Safyb), entre 2007 y 2016 la venta de este tipo de drogas aumentó un 53%. En total se vendieron 42 millones de comprimidos, casi uno por habitante.
Para Noelia Pontello, neuróloga de la Fundación Favaloro y del Instituto de Neurología Cognitiva (Ineco), uno de los motivos que explica este crecimiento es el ritmo de vida de las ciudades posmodernas, el estrés cotidiano relacionado con las demandas laborales. “Hay una afectación directa de la fisiología, y en la medida que los trastornos aumentan, la gente busca una respuesta rápida y fácil: se toma una pastilla para dormir”, indica.
La inmediatez es uno de los ejes sobre los que los profesionales hacen hincapié al momento de abarcar esta problemática, que se extiende hacia todo el universo de los antiepilépticos (entre ellos, el más popular: el clonazepam). Según la Confederación Farmacéutica Argentina (Cofa), entre 2004 y 2014, la dispensa de antiepilépticos aumentó un 128%. Los antidepresivos no se quedaron atrás y crecieron a la par, un 105 %.
El director general del Colegio de Farmacéuticos y Bioquímicos de la Ciudad de Buenos Aires, Claudio Ucchino, advierte que existe una creciente preocupación entre los profesionales, ya que estas drogas “producen acostumbramiento y cada vez se tiende a aumentar las dosis que en algunos casos sin control pueden ocasionar la muerte”. Para Ucchino, muchas veces los pacientes le exigen al médico que le prescriba una “pastilla milagrosa que les resuelva sus problemas”. “Con un cambio de hábito se puede resolver sin recurrir a una droga sintética, de la que vas a tener que consumir cada vez más para que te haga efecto”, añade.
En la Argentina, la segunda causa por intoxicación es el consumo de medicamentos, detrás del alcohol y por encima del consumo de drogas ilegales, como la cocaína y otras sustancias sintéticas.
El jefe de Toxicología del Hospital Fernández y jefe de la cátedra de Toxicología de la UBA, Carlos Damin, asegura que en la Argentina prevalece una “alta medicalización, que combina un alto consumo de medicamentos para conciliar el sueño bajo receta y una auto prescripción muy preocupante”. Según las estadísticas que manejan en el Fernández, el consumo de benzodiazepinas es la tercera causa de intoxicación por la ingresan los pacientes.
“Hay un sí fácil de los médicos, los farmacéuticos muchas veces venden sin receta (que para estos medicamentos está archivada), y la gente pide y convida muchas de estas drogas con facilidad”, explica Damin.
Ahora bien, ¿cuáles son los efectos sobre la salud de las personas que lo consumen en forma crónica? Cuando alguien padece un trastorno del sueño y acude a uno de estos fármacos, lo ideal es que el tratamiento se le alargue más de tres meses. Sin embargo, el crecimiento de la venta de los inductores del sueño está estrictamente ligado a la dependencia e, incluso, a la adicción que generan.
“Este tipo de medicamentos producen alteraciones neurocognitivas al ser utilizados por más de tres meses, tienen un efecto dañino en la salud”, amplía Damin. Pontello añade que “una vez recetado el fármaco, muchos médicos después no se animan a sacárselo al paciente”. Ambos hablan de una suerte de adicción que va in crescendo: a medida que pasa el tiempo, si el consumo se mantiene, el cuerpo exigirá una dosis cada vez más elevada para lograr el efecto deseado, es decir, el sueño. Esto explicaría, en gran parte, el crecimiento exponencial de las ventas.
Para contrarrestar este tipo de trastornos, tanto Damin como Pontello y Ucchino apuntan a un cambio de hábito: comer más temprano y liviano, trabajar en técnicas de relajación naturales, no tomar alcohol por la noche, evitar el uso del celular en la cama. Al mismo tiempo, instan a las autoridades a que trabajen en campañas de concientización sobre los efectos secundarios de este tipo de tratamientos.
“La gente suele creer erróneamente que es mejor tomar una pastilla que cambiar de hábito, algo que mejorará la vida de forma más permanente. Los medicamentos sólo tienen que usarse para los casos indicados y si todo lo anterior no funcionó”, concluye Damin.
Fuente: Página/12