«Herbal Speed», «Trip E» y «Liquid Bliss» son sólo algunas de las drogas sintéticas que suelen venderse como alternativas “legales” a las drogas ya conocidas, como el éxtasis o la cocaína. El mercado de “drogas legales” está creciendo en todo el mundo.
Los seres humanos siempre han tratado de intoxicarse. Durante milenios, lo hacían con amapolas, uvas y hongos. Desde el siglo XIX, la química permitió que estos compuestos fueran purificados y comercializados. Con el siglo XX, aparecieron las drogas creadas desde cero: anfetaminas, barbitúricos y benzodiazepinas, entre otras. Y con ellas, las políticas de vigilancia se endurecieron, aunque muchas veces la línea que separa el uso de droga como medicina y droga como abuso se desdibujaba.
Estas prohibiciones rara vez mejoran la salud pública o el orden público, pero sirvieron para alentar a investigar el potencial uso de moléculas similares a las de los fármacos existentes, que aún no estuvieran sujetas a ninguna sanción, según un artículo publicado en The Economist.
Así, salieron a la venta nuevas drogas. A principios de siglo XXI, la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDC) reconoció sólo un puñado de «nuevas sustancias psicoactivas» en uso en todo el mundo. En 2008, el número era de 26; para 2014, ascendió a 452. Según el organismo, este año el total llegará a 700. Nunca antes hubo tal cantidad de pastillas, gases y líquidos disponibles para que las personas se droguen.
Mientras las distinciones entre lo legal y lo ilegal se difuminan, se hace cada vez más fácil establecer un laboratorio clandestino o, incluso, una fábrica farmacéutica de pleno derecho.
Como resultado, el mundo cuenta hoy con una infraestructura innovadora capaz de desarrollar con facilidad variaciones sintéticas de drogas ya conocidas con el objetivo de eludir las leyes en Europa o para satisfacer la creciente demanda de opiáceos en América.